En el corazón del barrio donde funciona el CEPEM Nº 12, entre la calle Paraguay y la vía del tren, conviven dos escenas que cuentan la crisis social actual: un edificio escolar en plena actividad y, a pocos metros, la vieja casita del portero convertida en refugio improvisado para personas que quedaron sin hogar.
Ese pequeño edificio —una construcción típica de otras épocas, cuando los auxiliares de servicio vivían dentro de las escuelas— quedó abandonado hace años. Sin uso, sin cerramiento y sin mantenimiento, terminó transformado en un lugar de resguardo para quienes no tienen otra opción.
Entre ellos, una pareja joven que vivía en alquiler, trabajaba y cayó en la calle tras perder ingresos. Hoy pasan las noches allí, según relataron, en condiciones precarias y con episodios de inseguridad: intentos de ingreso por parte de otras personas que buscan el mismo refugio y “peleas para no perder el lugar donde dormir”.
La situación genera alarma en vecinos y preocupación en la comunidad educativa. No solo por la vulnerabilidad de quienes permanecen en la casilla, sino también por el impacto sanitario y de seguridad en el entorno escolar: olores, acumulación de residuos y circulación nocturna en pasillos laterales que estudiantes utilizan a diario.
Desde el establecimiento confirmaron que buscan recuperar el espacio para transformarlo en un aula comunitaria, un taller cultural o un espacio para actividades artísticas. “Toda institución escolar necesita metros cubiertos. Esta casa podría ser un centro cultural, un espacio de música, un club de ciencia”, explicaron.
Pero la demanda central excede al colegio: piden presencia del Estado para atender la emergencia habitacional, contener a las personas en situación de calle y garantizar condiciones dignas tanto para ellas como para quienes estudian y trabajan allí.
El caso se suma a reclamos recientes en otros barrios —como Canal 5 y el oeste neuquino— donde organizaciones vecinales alertaron sobre el aumento de familias y jóvenes durmiendo en espacios públicos tras el cierre de dispositivos de contención temporarios.
El desafío vuelve a plantearse con claridad: cómo recuperar espacios comunitarios sin desalojar vulnerabilidad, y cómo dar respuestas reales a quienes ya no tienen un techo.
La escuela espera una intervención y una decisión oficial. Mientras tanto, conviven dos realidades que la ciudad aún no logra resolver.


