Publicidad Cerrar X

Lo que cantamos sin pensar: la urgencia de mirar lo que consumimos. Lic. Laura Collavini

Por Laura Collavini – Psicopedagoga ¿Alguna vez te preguntaste qué estás consumiendo? La pregunta parece obvia, pero no lo es. Afortunadamente, hoy circula más que antes. Sin embargo, sigue habiendo áreas donde el análisis crítico queda opacado por el ritmo, el deseo de evasión o la costumbre. Consumimos comida que no sabemos de dónde viene, […]

Por Laura Collavini – Psicopedagoga

¿Alguna vez te preguntaste qué estás consumiendo? La pregunta parece obvia, pero no lo es. Afortunadamente, hoy circula más que antes. Sin embargo, sigue habiendo áreas donde el análisis crítico queda opacado por el ritmo, el deseo de evasión o la costumbre.

Consumimos comida que no sabemos de dónde viene, nos vestimos con telas cuyas historias desconocemos, vemos series sin detenernos a pensar qué valores están en juego, y escuchamos música sin escuchar realmente.

Porque no es solo una canción. Es un mensaje. Es una narrativa que se repite, se baila, se disfruta y también se naturaliza. Y muchas veces, sin darnos cuenta, colaboramos con formas de violencia, de dependencia, de sometimiento, que están disfrazadas de amor, de fiesta, o de pasión.

Letras que enseñan sin querer (¿o queriendo?)

Veamos algunos ejemplos. Son canciones populares, pegadizas, que muchas personas (yo incluida) cantamos y bailamos. Pero al leer sus letras en voz alta, sin melodía, el efecto es otro.

“Mi fuerza eres tú… y a tu lado solo quiero estar… deja que te muestre que soy tuyo y que no tengo tu amor…”

Lo que suena como una declaración romántica se convierte en un vínculo de dependencia emocional. ¿Dónde queda la fuerza propia? ¿Qué pasa cuando creemos que solo podemos vivir con el otro?

“Hasta el fin del mundo te seguiré… nada en mí es más importante que vivir junto a ti…”

Acá no hay metáfora, hay una renuncia: a la individualidad, a la autonomía, a la vida propia. ¿Qué se aprende cuando se repite esta idea desde la infancia o la adolescencia?

“Si te falto el respeto y luego culpo al alcohol… si levanto tu falda, ¿me darías el derecho a medir tu sensatez? Poner en juego tu cuerpo…”

Este fragmento ni siquiera intenta disfrazarse. Hay manipulación, cosificación, presión. Pero suena en todas partes. Y se celebra. ¿Podemos decir que no pasa nada?

🧠 ¿Por qué importa mirar?

Porque lo que escuchamos también educa, incluso cuando no lo parece. Las canciones son parte del entorno simbólico que moldea nuestras ideas, vínculos y decisiones. Si no tomamos distancia crítica, naturalizamos lo inaceptable.

Escuchar no es solo oír. Es también leer el mundo que nos proponen esas letras. No se trata de censurar, sino de incomodarnos un poco para crecer. De abrir espacios para conversar con otras generaciones sobre lo que cantamos, repetimos y validamos.

🌱 Bailar y pensar: sí, se puede

¿Se puede disfrutar una canción y al mismo tiempo cuestionar su mensaje? Claro que sí. No se trata de dejar de bailar, sino de saber qué estamos bailando. Nombrarlo. Compartirlo. Y si podemos, elegir versiones del mundo que no nos sometan, ni a nosotras ni a nadie.

Porque tomar conciencia, incluso con contradicciones, ya es un montón. Y porque otra música, más libre, más nuestra, también es posible.

Laura Collavini es psicopedagoga, actriz y directora de la Fundación SIENDO. Crea contenidos educativos que vinculan arte y ambiente.


Relacionados