
La problemática de la falta de salud mental, el poco acceso a tratamientos y dispositivos del Ministerio de Salud y el entramado de desigualdades, constituyen la crisis en consumos problemáticos que atraviesa nuestra sociedad en la actualidad.
El aumento de las personas en situación de calle y el consumo problemático de sustancias están atravesados por múltiples factores que reflejan la pérdida del tejido social. Desde la Dirección Provincial de Salud Mental Comunitaria explicaron los desafíos que enfrenta el sistema de salud frente a una problemática compleja, creciente y arraigada a factores sociales, económicos y culturales.
Verónica Dominguez, referente de la Dirección Provincial de Salud Mental Comunitaria explicó que “la salud mental es la punta del iceberg”. Y que muchas veces se espera que los dispositivos sanitarios respondan a una crisis que no nace en las instituciones sino que son el resultado de un entramado de desigualdades.
Desde la perspectiva de Domínguez, tanto el consumo como las personas en situación de calle deben abordarse como problemáticas multicausales, en las que confluyen la vulneración de derechos, la precarización de la vida, la falta de acceso a bienes básicos y un deterioro progresivo de los lazos sociales. «No es solo que una persona deje de consumir; hay que reconstruir un proyecto de vida» indicó. En ese proceso, el acompañamiento terapéutico debe estar vinculado a políticas públicas sostenidas y articuladas entre distintos organismos.
Uno de los principales desafíos radica en evitar la mirada reduccionista que convierte al consumo en una cuestión exclusivamente médica o moral. «No es solo llegar a la guardia, ponerle un suero y esperar que se recupere» explicó Domínguez. Las estrategias que propone Salud Mental Comunitaria buscan instalar dispositivos barriales que funcionen como puertas de entrada accesibles y respetuosas, que puedan otorgar primero la escucha y ofrecer alternativas antes de llegar a la emergencia.
Según indicó la trabajadora social, muchas personas que atraviesan consumos de alto riesgo experimentan una negación inicial. Sin embargo, el acompañamiento comunitario permite que progresivamente se abran a la posibilidad de tratamiento. «Cuando se sienten escuchadas y cuidadas, empiezan a repreguntarse sobre su vida», relató. Los vínculos con comedores, organizaciones vecinales o grupos barriales se convierten así en claves para tejer redes de contención.
Actualmente, el Ministerio de Salud de Neuquén trabaja de forma interministerial con otras áreas, como el Ministerio de Desarrollo Social y el de Seguridad, para abordar la problemática de personas en situación de calle.
Se conformó una mesa de trabajo conjunta donde se coordinan relevamientos, líneas de acción y circuitos de derivación. El objetivo es identificar no solo a quienes ya están sin techo, sino también a quienes podrían estar en riesgo de llegar a esa situación.
Domínguez recalcó que no todos los consumos derivan en una adicción, y que esa evolución depende de múltiples factores: el tipo de sustancia, el entorno familiar, la red de contención, el acceso a información y a servicios. Aun así, reconoció que la naturalización de ciertos consumos —como el alcohol en la adolescencia— constituye un problema creciente. «Una adolescencia cuidada necesita información y contención, no tolerancia pasiva» agregó.
Sobre los recursos disponibles, la Provincia del Neuquén cuenta con servicios ambulatorios de adicciones en hospitales como el Castro Rendón y el Heller, además de comunidades terapéuticas como la de Plottier y convenios con empresas privadas para internaciones cuando sea necesario. Estos tratamientos se piensan con un plazo determinado, en sintonía con los principios de la Ley de Salud Mental, que exige internaciones breves de 6 meses a 1 año, voluntarias y con seguimiento interdisciplinario.
Sin embargo, los recursos no siempre alcanzan y las condiciones de ingreso son exigentes. Domínguez advirtió que los refugios para personas en situación de calle funcionan con horarios acotados y reglas específicas, y que no todas las personas acceden fácilmente a estos dispositivos. Además, muchas llegan sin documentación, sin redes familiares ni acceso a prestaciones básicas, lo que aumenta su nivel de vulnerabilidad.
La situación actual, atravesada por un contexto económico adverso y un retroceso en políticas sociales, dificulta la reconstrucción de proyectos de vida sostenibles. «No alcanza con desintoxicar a una persona si después vuelve a la calle sin casa, sin trabajo, sin nadie» expresó. Para quienes trabajan en el acompañamiento terapéutico, esa realidad se vuelve desgastante y dolorosa. Por eso también plantea la necesidad de pensar en el cuidado de quienes cuidan.
Reforzar los dispositivos comunitarios, trabajar desde la prevención, garantizar los derechos y la intervención activa del Estado en todos los niveles son claves para transformar un panorama complejo como es la salud mental y los consumos problemáticos. «Estamos convencidos de que esto solo se puede hacer entre todos» concluyó Domínguez.