
En la meseta de Centenario, 140 viviendas que prometían convertirse en un nuevo barrio permanecen inconclusas y en estado de abandono, convirtiéndose en símbolo de la parálisis habitacional en el norte neuquino. El complejo había sido anunciado en 2022 bajo el paraguas del programa Procrear, pero las obras quedaron detenidas a fines de 2023, coincidiendo con el cambio de gobierno nacional y la redefinición de políticas en materia de vivienda.
El proyecto, que contemplaba departamentos y dúplex de 65 metros cuadrados con dos dormitorios, estaba destinado a dar respuesta a la creciente demanda habitacional en una de las localidades más dinámicas de la provincia. Centenario se ubica en el podio de las ciudades más pobladas de Neuquén, detrás de la capital y Plottier, y vive una fuerte presión demográfica por el desarrollo de Vaca Muerta, que transforma la región en polo de atracción laboral y migratoria.
El complejo inconcluso se extiende hacia el sur de Centenario, donde los signos de abandono se hacen visibles en paredes sin terminar, estructuras deterioradas y un entorno sin servicios básicos. Los trabajos se interrumpieron sin previo aviso, dejando a cientos de familias inscriptas en la incertidumbre. Hoy, el predio se asemeja más a un barrio fantasma que a la urbanización moderna que fue anunciada en actos oficiales.
La construcción estuvo a cargo del Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat de la Nación, en coordinación con el municipio de Centenario, que había cedido parte de las tierras para facilitar la iniciativa. En aquel momento, el intendente Javier Bertoldi defendió la importancia del proyecto como motor de arraigo y crecimiento urbano. Sin embargo, la eliminación del Procrear y el traspaso de competencias dejaron a las provincias y municipios frente a un vacío difícil de llenar.
A nivel nacional, la redefinición de los programas de vivienda derivó en la suspensión de múltiples obras similares en distintos puntos del país. En Centenario, la falta de continuidad refleja las tensiones entre el gobierno central y las administraciones locales, que ahora enfrentan la presión de reactivar proyectos sin contar con los fondos suficientes. La obra paralizada es también un recordatorio de las dificultades en la gestión de políticas habitacionales de largo plazo.
Mientras tanto, las familias adjudicatarias permanecen en un limbo administrativo, sin certezas sobre los plazos de entrega ni sobre la financiación que se aplicará en caso de reactivación. El sector gremial y organizaciones sociales de vivienda han manifestado preocupación, advirtiendo que la crisis de acceso a la casa propia se profundiza en el contexto inflacionario actual. La falta de definiciones alimenta el malestar y la desconfianza hacia las autoridades.
El impacto político es inevitable: Centenario esperaba que el proyecto se convirtiera en un emblema de gestión y planificación urbana, pero hoy se transformó en un ejemplo de promesas incumplidas. La oposición cuestiona la falta de previsión y reclama mayor articulación entre Nación, provincia y municipio. El oficialismo, por su parte, insiste en que el contexto económico y el cambio de administración fueron determinantes en la paralización.
El futuro del barrio fantasma de Centenario dependerá de si se logra o no reactivar el financiamiento y redefinir las prioridades habitacionales en Neuquén. Mientras tanto, la obra inconclusa se alza como una postal del contraste entre el discurso político y la realidad concreta de cientos de familias que siguen esperando un techo digno. La incertidumbre sobre su destino convierte al complejo en una deuda pendiente de la política pública.