
En una noche que dejó al descubierto las fragilidades estructurales del equipo, Boca Juniors sufrió una nueva derrota al caer 2-1 ante Atlético Tucumán y quedó eliminado de la Copa Argentina, un torneo que en los últimos años se había convertido en una vía de escape para maquillar campañas irregulares. Esta vez, ni el peso de la camiseta ni la jerarquía individual alcanzaron para evitar una nueva decepción en un ciclo marcado por frustraciones acumuladas.
El conjunto tucumano aprovechó al máximo sus oportunidades y golpeó en los momentos justos. Clever Ferreira abrió el marcador con una gran definición a los 11 minutos del primer tiempo, y Mateo Bajamich amplió la ventaja promediando la segunda mitad, mientras Boca se debatía entre la impotencia ofensiva y los desajustes defensivos. A pesar del dominio territorial y la posesión del balón, el equipo de Miguel Ángel Russo mostró una alarmante falta de ideas para romper el esquema rival.
El descuento de Edinson Cavani, a los 89 minutos, apenas sirvió para maquillar el resultado. Fue un gol que llegó tarde, casi por inercia, y que no alcanzó para disimular las falencias de un Boca que volvió a ser inofensivo en los metros finales. El delantero uruguayo, que sigue siendo de lo más destacado del plantel por entrega y jerarquía, no logra revertir en solitario una dinámica que parece crónica.
A pesar de haber tenido más del 70% de la posesión, Boca generó solo dos situaciones claras de gol en todo el partido. El control del juego fue estéril, sin profundidad, con una circulación lenta y previsible. El equipo movió la pelota sin sorpresa, facilitando el trabajo defensivo de un Atlético Tucumán que se replegó con orden y apostó con éxito al contragolpe.
En medio de la confusión general, Leandro Paredes fue uno de los pocos que mostró algo diferente. Su despliegue, inteligencia táctica y precisión en los pases fueron destacados, pero se encontró solo en la mitad de la cancha, sin sociedades ni apoyos que lo acompañaran. El ex PSG y Roma parece estar a contramano del funcionamiento colectivo, y su liderazgo técnico no alcanza cuando el equipo carece de convicción y variantes estratégicas.
Lo más llamativo fue que, pese al mal rendimiento, Miguel Ángel Russo apenas hizo dos cambios durante el encuentro, lo que despertó críticas entre los hinchas y periodistas. La pasividad en el banco fue leída como resignación o falta de recursos reales para torcer la historia.
Con la eliminación en Copa Argentina, Boca ya quedó fuera de tres competencias en lo que va del año, incluyendo la Copa Libertadores y el Mundial de Clubes. Cada caída profundiza una crisis que ya no puede explicarse sólo en lo deportivo.
Ahora el único objetivo posible es el torneo local Clausura, donde Boca marcha en la 11ª posición de la Zona A y debe sumar con regularidad si quiere clasificar a los playoffs y asegurar su lugar en la Copa Libertadores 2026. Si no logra el título, dependerá de su ubicación en la tabla anual, en la que por ahora se ubica tercero con 35 puntos, pero seguido muy de cerca por equipos como Racing, Argentinos y San Lorenzo.