
Comerciantes de la zona céntrica de Neuquén manifestaron su creciente preocupación por los reiterados robos cometidos por “mecheras” y personas en situación de calle, quienes ingresan a los locales simulando ser clientes para luego ocultar mercadería en bolsos, carteras o bajo la ropa. El fenómeno, conocido como «robo hormiga», afecta cada vez más a los negocios de cercanía y genera pérdidas económicas que, en algunos casos, igualan o superan las ganancias del día.
En diálogo con Radio 7, Orlando Insulsa, excomerciante de la zona del Hospital Castro Rendón, brindó su testimonio sobre estos hechos, destacando que los comerciantes evitan confrontar por miedo a represalias y por la incertidumbre de si los responsables podrían estar armados. “Queremos volver tranquilos a nuestras casas, pero esto nos pone en una situación muy fea”, dijo en diálogo con este medio, visiblemente afectado por la situación.
Los comerciantes denuncian que este tipo de robos ocurren casi a diario y que la modalidad se repite con frecuencia: una persona ingresa, pide algún producto, y mientras simula una conversación o espera ser atendida, va sustrayendo otros artículos sin disimulo. “Me pidió fiambre mientras sacaba chocolates de atrás del mostrador”, relató Insulsa, quien también advirtió que algunos delincuentes llegan incluso a dejar productos de menor valor para disimular su accionar.
Otro factor que agrava el problema es la presencia constante de personas en situación de calle en el sector, especialmente en las inmediaciones del Hospital Castro Rendón y la galería Jardín. Según Insulsa, muchas de estas personas se tornan agresivas o exigen mercadería, generando situaciones tensas que requieren la intervención de personal policial, solicitado por los comerciantes casi a diario.
“Estamos en estado de alerta permanente”, aseguró Insulsa, señalando que el accionar de estas personas muchas veces se percibe como intimidante y premeditado. Algunos llegan en grupo o con menores que ingresan primero a pedir comida, una estrategia que distrae mientras los adultos cometen el robo. “Nos intimidan, nos obligan a respirar hondo y atender rápido para que se vayan”, agregó.
Desde el sector comercial se percibe una falta de respuesta concreta por parte de las autoridades, pese a los reiterados pedidos de mayor presencia policial. “No queremos decir que la policía nos tiene abandonados, pero la realidad es que nos sentimos solos”, sostuvo Insulsa, quien subrayó que la situación es insostenible sin medidas urgentes de seguridad y contención social.
Para los comerciantes, el problema no se reduce solo a una cuestión de necesidad o pobreza: también hay una crítica directa al comportamiento de quienes roban sin disimulo. “No es gente pobre, es gente mala”, enfatizó Insulsa. “Uno sabe cuándo alguien tiene hambre y cuándo simplemente no le importa el daño que causa”.
La situación actual representa una amenaza para la continuidad de muchos pequeños comercios del centro neuquino, que ya vienen golpeados por la crisis económica general y ahora enfrentan además la pérdida constante de mercadería. Mientras esperan una respuesta estatal, los comerciantes siguen trabajando bajo presión, sin saber si al final del día podrán siquiera equilibrar su caja.