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La mirada que ordena: sentidos, comunicación y regulación emocional

  Por Laura CollaviniPsicopedagoga, escritora, directora de Fundación SIENDO En artículos anteriores exploramos la importancia del abrazo como una forma de comunicación profunda y regulación emocional. Hoy me gustaría detenerme en otro canal esencial: la mirada. Ese gesto aparentemente simple que sostiene, ordena, vincula. Que humaniza. Desde la psicopedagogía, sabemos que los sentidos no son […]

 

Por Laura Collavini
Psicopedagoga, escritora, directora de Fundación SIENDO

En artículos anteriores exploramos la importancia del abrazo como una forma de comunicación profunda y regulación emocional. Hoy me gustaría detenerme en otro canal esencial: la mirada. Ese gesto aparentemente simple que sostiene, ordena, vincula. Que humaniza.

Desde la psicopedagogía, sabemos que los sentidos no son solo entradas de información, sino también puentes de conexión emocional. Y entre ellos, la mirada cumple un rol irremplazable: comunica presencia, marca límites, calma, reconoce. En cada uno de los espacios que coordino —ya sea en el consultorio individual, en talleres grupales o en encuentros comunitarios— observo cómo el acto de mirar con intención puede transformar una experiencia.

En Fundación SIENDO trabajamos con escuelas, comunidades, familias y también con empresas, desarrollando proyectos donde el ambiente no es solo el entorno natural, sino también el emocional, el social, el simbólico. En ese entramado, los sentidos —y especialmente la mirada— tienen un lugar clave.

Una experiencia que aún resuena en quienes participamos fue la visita de representantes de distintas empresas al predio de la Fundación, donde acompañamos procesos de educación ambiental y bienestar comunitario. Allí, en contacto directo con el territorio, muchas de estas personas —acostumbradas a ver el impacto de sus decisiones desde oficinas o informes— se encontraron con miradas concretas: las de niños que juegan entre residuos, mujeres que sostienen comedores, familias que habitan el borde de lo que el sistema descarta.

Esa jornada fue un parteaguas. Recuerdo el silencio respetuoso que se instaló cuando una madre relató su día a día, sin victimismo, pero con una lucidez que conmovía. Nadie discutía, no hacía falta. Mirar a los ojos de quienes viven la otra cara del desarrollo fue suficiente. Allí no hubo gráficos, ni discursos de responsabilidad social: hubo presencia. Y con eso bastó para que algunos replantearan compromisos, buscaran otras formas de involucrarse, ofrecieran recursos, tiempos, voluntades.

Esa es la potencia de la mirada auténtica: rompe el filtro de la indiferencia, atraviesa capas de distancia simbólica y reordena prioridades.

En los espacios terapéuticos que facilito, también observo esta fuerza silenciosa. Hay niños que no hablan, pero que sostienen mi mirada con firmeza. Y en ese contacto se va construyendo confianza. Hay adolescentes que esquivan la mirada, hasta que un día se animan a sostenerla y empieza el trabajo profundo. Hay adultos que se emocionan, no por lo que se dice, sino porque por fin alguien los ve.

En talleres con docentes y equipos de salud, muchas veces surge la reflexión sobre cómo se mira —o se deja de mirar— en las rutinas cotidianas. Una maestra compartió hace poco: “Me doy cuenta de que cuando estoy apurada o saturada, no los miro a los ojos. Y ellos lo sienten”. Esa frase resume una verdad profunda: cuando dejamos de mirar, dejamos de comunicar. Y cuando eso sucede, el otro —ya sea un niño, un colega o un paciente— puede sentirse desorganizado, desorientado, invisible.

Vivimos en un mundo de pantallas que nos muestran todo, pero a veces no nos permiten ver de verdad. Volver a los sentidos como canales de conexión nos devuelve humanidad. Si el abrazo contiene y sostiene, la mirada orienta y transforma. Son actos pequeños, casi imperceptibles, pero con un impacto enorme.

Tal vez sea momento de mirar más y mejor. De apagar un rato las pantallas y encender la presencia. De enseñar a mirar, a sostener la mirada, a no esquivarla por incomodidad o por prisa. Porque en los ojos del otro también encontramos el mapa de nuestras emociones, y la brújula para navegar juntos en un mundo que necesita, más que nunca, sentido.

Porque, como solemos decir en Fundación SIENDO: antes que cualquier técnica, está el vínculo. Y en el centro del vínculo, siempre, la mirada.


Laura Collavini. 

Fundación SIENDO
Educación, ambiente y bienestar para una transformación real
📍 Cipolletti, Río Negro
📧 contacto@siendo.com.ar
📱 Instagram: @fundacionsiendo
🌐 Más información: www.siendo.org.ar

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