
El reciente decreto del gobierno de Javier Milei, que habilita la compra y tenencia de armas semiautomáticas por parte de los ciudadanos, generó un debate sobre los alcances reales de esta medida, la concepción de la seguridad y las consecuencias en el abordaje de conflictos.
La normativa establece que las armas podrán ser adquiridas si se justifica su uso en actividades deportivas, pero los especialistas alertan sobre los riesgos que implica esta flexibilización.
Eduardo Prueger, Licenciado en Criminalística explicó la diferencia entre las armas automáticas y las semiautomáticas. Señaló que en las armas semiautomáticas el disparo se realiza por cada vez que se acciona el gatillo, mientras que en las automáticas el proyectil se dispara en ráfaga con solo mantenerlo presionado.
“El trámite es muy parecido a sacar la licencia de conducir. Hay que hacer el examen psicológico, tener en cuenta cuestiones físicas como la vista, el acto de tiro, la práctica del tiro. El tema es agilizar por un lado y habilitar el uso de armas de guerra por el otro, porque facilitas el acceso de compra y tenencia de armas que estaban prohibidas” explicó Prueger en diálogo con Radio 7.
Hasta ahora existía una prohibición vigente desde 1995, pero esa normativa fue modificada. En la actualidad, la autorización deberá gestionarse a través de la Agencia Nacional de Materiales Controlados (ANMAC), y deberá acreditarse que el destino del arma es su utilización en actividades deportivas. Sin embargo, al tratar de armas de uso militar, el cambio normativo representa una novedad preocupante.
“¿Cuál es la necesidad de que la población acceda a subametralladora? Ahora se llama trámite express, que si fuera para el acceso a la capacidad de armas limitadas, bueno. Pero ahora permiten la compra de ametralladoras a la sociedad civil, que antes estaban con fuerzas de seguridad o con fuerzas militares” indicó Prueger.
El debate se instaló entre los oyentes, con posturas divididas entre los que adhieren a la medida y los que la consideran innecesaria. Mientras algunos sostenían que tener un arma es una forma de defensa personal ante la inseguridad, otros advirtieron que la presencia en los hogares puede aumentar los riesgos de violencia, fundamentalmente en contextos de violencia de género o conflictos en la cotidianeidad.
“Está la creencia de que un arma te sirve para defenderte en tu casa, pero la seguridad debería pasar por la policía, por la justicia, por mecanismos del Estado, no por los ciudadanos de que salgan a matar gente porque le entran a la casa” agregó el Licenciado en Criminalística.
Prueger explicó que la concepción de que un arma en el hogar brinda mayor seguridad, representa un riesgo para todos los integrantes de la familia. La presencia de armas de fuego en ámbitos domésticos, en hogares con niñas y niños incrementa significativamente las posibilidades de que se suceda una situación trágica.
En escenarios de tensión o conflicto, la presencia del arma no deja margen para el arrepentimiento y suele precipitar en desenlaces fatales. Incluso existe el riesgo de que – por negligencia- niñas y niños accedan a las armas en el hogar y desencadenar una tragedia.
Además, la percepción de inseguridad puede mutar, ya no solo sería el miedo a un posible delincuente, sino también del temor al vecino armado. En ese sentido, el peligro se desplaza hacia lo cotidiano, como una discusión barrial o un altercado de tránsito que en presencia de un arma, podría escalar de forma letal. El hecho de que los civiles accedan con mayor facilidad a armas semiautomáticas deteriora el tejido social.
Situaciones similares se observan en países como Chile, Bolivia y Brasil, que presentan tasas de homicidios más elevadas que Argentina —que ronda los 3,5 homicidios cada 100.000 habitantes— que aunque también muestran una tendencia descendente. Lo mismo ocurre en naciones atravesadas por mayores niveles de violencia como El Salvador o Nicaragua, donde la tasa de asesinatos ha bajado en los últimos años.
Sin embargo, los descensos más marcados se registran en aquellos países que han restringido el acceso a las armas de fuego. En cambio, en lugares donde su circulación está más habilitada, como en El Salvador, persisten cifras alarmantes, agravadas por la presencia del crimen organizado.
“Si está la necesidad de que cada uno tenga su arma para defenderse, evidentemente está fallando otra cosa. Las armas legales terminan en el mercado ilegal” concluyó Prueger.